Serie de historias sobre la transformación de los
sistemas agroalimentarios:
Parte 1 - El comportamiento de los consumidores y la
demanda colectiva
Moldear el comportamiento de los consumidores y la demanda colectiva puede contribuir
a cambiar los mercados. ©EBRD/FAO Dermot Doorly
Frijoles de Jumla. Con pintas negras, rojas y
amarillas, cultivados a mano en uno de los distritos más remotos de las
montañas de Nepal. A pesar de su gran valor nutricional y su producción
respetuosa con el medio ambiente, los frijoles de Jumla corren el peligro de
ser reemplazados por otros cultivos porque los productores de las zonas
montañosas no pueden obtener con ellos unos ingresos decentes. Al leer la
historia de estas legumbres en la etiqueta de productos de la Alianza para las
montañas, tal vez nos sintamos empujados a comprarlas, pues ya no serán solo
frijoles, sino el producto del duro trabajo y la tradición de un pueblo en otro
entorno cultural.
Los consumidores tienen poder. Saber la historia de fondo de los alimentos, junto con un mejor conocimiento y acceso, puede ayudar a las personas
a tomar decisiones acertadas en cuanto a dietas saludables, pero puede también
contribuir a proteger el medio ambiente, apoyar a los agricultores familiares y
en pequeña escala y mejorar otras partes de la cadena de suministro.
Aprovechar la influencia de los consumidores y la
demanda colectiva para transformar los sistemas agroalimentarios, haciéndolos
más inclusivos, resilientes y sostenibles, es uno de los objetivos de la FAO.
En primer lugar, ¿qué es exactamente un sistema
agroalimentario?
Es el mundo que está detrás de nuestros alimentos.
Comprende el sistema solar de cómo los alimentos son cultivados, cosechados,
envasados, transportados, distribuidos, comercializados, adquiridos,
preparados, consumidos y eliminados. Por no hablar de todos los usos de la
agricultura destinados a productos no alimentarios, como son por ejemplo la
actividad forestal y los biocombustibles, que también constituyen medios de
vida. Este sistema engloba a todas las personas, actividades, inversiones y
decisiones que contribuyen a que consigamos estos productos alimenticios y
agrícolas. Se trata de un mundo fascinante, pero complicado. Existen muchos
procesos y, dentro de cada uno, hay numerosas influencias e insumos, numerosos
resultados y repercusiones.
Al igual que los planetas en un sistema solar, cada
parte del sistema agroalimentario posee sus propias características y fuerzas
de acción. Así que cuando decimos que hay que transformar las dietas para
transformar los sistemas agroalimentarios, nos referimos a cambiar una serie de
actores y acciones. Afortunadamente, nosotros, como consumidores, somos uno de
esos actores.
¿Dónde se sitúan los consumidores en un sistema agroalimentario?
Para responder a eso, debemos entender los
elementos principales de un sistema agroalimentario. Encontramos aquí la
producción de alimentos, lo que también denominamos la cadena de
suministro alimentario. Esta comprende el cultivo, el almacenamiento, la
distribución, la elaboración, el envasado e incluso la venta al por menor y la
comercialización de alimentos. Con este gran número de procesos, algunos
incluso a través de las fronteras, la cadena de suministro suele ser larga y
compleja.
El entorno alimentario abarca los
lugares y situaciones en los que obtenemos nuestros alimentos. Se incluyen aquí
no solo los lugares físicos en los que se adquieren alimentos, como mercados y
tiendas, sino también la señalización, el etiquetado y los mensajes en torno a
los alimentos. El entorno alimentario también se ve influenciado por el
comercio. Cuestiones como la accesibilidad y la asequibilidad de los alimentos
constituyen importantes aspectos de este elemento del sistema agroalimentario.
Los consumidores y sus comportamientos, como la elección, la preparación, el consumo, la
alimentación de otros y la eliminación de alimentos, son un elemento central de
los sistemas agroalimentarios. El comportamiento de los consumidores se ve
afectado por factores culturales, socioeconómicos, políticos y personales y, a
la larga, estos determinan nuestras dietas e influyen en otras partes
del sistema agroalimentario.
El consumo, el comportamiento de los consumidores y la demanda colectiva
La parte del sistema con la que probablemente todos
estamos más familiarizados es esta última: el consumo. Quizás desconozcamos
cómo llegaron los alimentos hasta nosotros, dónde se produjeron o cómo se
transportaron, pero sí sabemos qué alimentos decidimos comprar, dónde los
compramos, cuánto pagamos por ellos, cómo los preparamos y si los comemos o los
tiramos.
El consumo de alimentos tal vez sea la parte que
mejor conozcamos, pero puede que no sea una parte en la que siempre pensemos.
Sin embargo, en muchos sentidos, esta esfera puede ser la más efectiva para la
transformación. Moldear el comportamiento de los consumidores y la demanda
colectiva puede contribuir a cambiar los mercados.
El poder de los consumidores
Los consumidores se interesan cada vez más por
saber de dónde provienen sus alimentos y productos. La clasificación de la FAO
de las áreas de pesca es una
herramienta que hace que esta cuestión sea más transparente. Saber que se está
comprando pescado procedente de aguas cercanas puede contribuir a apoyar la economía
local. Esta clasificación garantiza asimismo que el origen de la captura es
legal, ofreciendo protección frente a la sobrepesca y la destrucción de los
ecosistemas.
Otra iniciativa orientada a los consumidores que
apoya a los pequeños productores es el programa Calidad y Origen. Durante varios años, la FAO ha colaborado con
asociados, gobiernos y productores de todo el mundo para registrar los
productos elaborados de forma tradicional con etiquetas de indicación
geográfica (IG). Algunos ejemplos son el té Darjeeling (India), el queso
manchego (España) y el azafrán de Taliouine (Marruecos). Estas etiquetas ayudan
a los consumidores a relacionar características del producto, como el sabor o
la calidad, con su condición de IG. En este sentido, están dispuestos a pagar
precios más altos, lo que se traduce en mayores ingresos para los hogares
rurales.
La Iniciativa sobre los productos de la Alianza para
las Montañas es otro
proyecto que recurre al poder de elegir. Este programa apoyado por la FAO
ofrece apoyo técnico y financiero a pequeños productores de las zonas
montañosas de países en desarrollo para que mejoren la comercialización de sus
productos y racionalicen las cadenas de valor. Estos productos reciben una
etiqueta descriptiva de producto de la Alianza para las montañas que
proporciona información a los consumidores sobre el origen, la elaboración, el
valor nutricional y la función del producto en las culturas locales. Esta
etiqueta contribuye a ampliar la disponibilidad en los mercados de determinados
alimentos y productos singulares, aumentando así su valor y, por consiguiente,
los ingresos de los productores.
Ante los cambios en los modelos de consumo ocasionados por la pandemia, tenemos una oportunidad de reconstruir mejor. ©FAO/Max Valencia
¿Por qué los sistemas agroalimentarios marcan una
diferencia en mi vida?
Nuestro mundo moderno ejerce enorme tensión y
presiones contrapuestas en nuestros sistemas agroalimentarios. El crecimiento
de las poblaciones, de las ciudades y de la riqueza y su relación con los
cambios en el consumo suponen un reto para la capacidad de nuestros sistemas
agroalimentarios de proporcionar alimentos nutritivos y medios de vida decentes
para los productores de una forma sostenible para nuestros recursos naturales y
el medio ambiente. En combinación con los cambios climáticos, incluidos los
fenómenos meteorológicos extremos, la degradación de la tierra y la pérdida de
biodiversidad, son presiones sin precedentes y es preciso abordarlas con
urgencia. Las decisiones colectivas que hoy tomamos como consumidores y
productores repercuten en cómo será el mañana.
COVID-19: Una oportunidad de hacer un cambio
Ya antes de la pandemia, más de
3 000 millones de personas no se podían permitir llevar una dieta
saludable. En estos tiempos de la enfermedad por coronavirus (COVID-19), son
muchas más las personas que no se pueden permitir alimentos nutritivos o
acceder a ellos, recurriendo a menudo a otros más baratos y fáciles de
conseguir. Los hábitos de consumo también están cambiando en el caso de otros
que dedican más atención al papel que desempeñan las dietas en su salud,
aumentando la demanda de alimentos frescos y nutritivos. Esta situación ha
brindado una oportunidad de reconstruir mejor.
Los gobiernos pueden aprovechar esto para aplicar y
fortalecer las políticas no solo en la agricultura, sino también en otros
sectores como el comercio, la salud, el medio ambiente, la educación y la
infraestructura, a fin de crear las condiciones necesarias para dietas mejores.
Las políticas e incentivos deberían alentar el cultivo de variedad de frutas y
hortalizas, y no solo cultivos comerciales.
Nosotros también tenemos una función que
desempeñar. Informarnos sobre qué
conforma una dieta sana y cómo
nuestras decisiones pueden afectar colectivamente a la sostenibilidad de los
sistemas agroalimentarios es un punto de partida.
En esta serie de historias, analizamos las diversas
partes del sistema agroalimentario para desmitificar todo lo que implica la
producción de nuestros alimentos, así como productos agrícolas no destinados a
la alimentación, y examinar las formas en que nosotros, los consumidores, los
productores, los comerciantes, podemos hacer cambios que transformen estos sistemas
en otros adaptados al futuro. Estos temas principales se abarcarán en la Cumbre de las Naciones Unidas sobre
los Sistemas Alimentarios que
se celebrará en septiembre de 2021.
http://www.fao.org/fao-stories/article/es/c/1393469/
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